Roald Dahl y la escritura

Maestro indiscutido del género infantil, su estilo irónico, implacable, ácido, con frecuencia cruel, lo convierte en uno de los escritores más leídos por los niños de varias generaciones. Y se equivocan los que piensan que los niños suspiran con las historias tiernas, moralistas, plenas de contenido educativo. A los chicos, como a los grandes, les gustan las emociones fuertes y cierta cuota de crueldad, sobre todo si se utilizan para reivindicar sus derechos. Pero Roald Dahl también escribió para adultos con la misma calidad con que lo hizo para los niños. Fue un escritor de ficción en el más absoluto rigor de la palabra, y con respecto al arte de escribir dijo:

"La vida de un escritor es un verdadero infierno comparada con la de un empleado. El escritor tiene que obligarse a trabajar. Ha de establecer sus propios horarios y si no acude a sentarse a su mesa de trabajo no hay nadie que le amoneste. Si es autor de obras de ficción, vive en un mundo de temores. Cada nuevo día exige ideas nuevas, y jamás puede estar seguro de que se le vayan a ocurrir. Dos horas de trabajo dejan al autor de ficción absolutamente exhausto. Durante esas dos horas ha estado a leguas de distancia, ha sido otra persona, en un lugar distinto, con gente totalmente distinta, y el esfuerzo de volver al entorno habitual es muy grande. Es casi una conmoción. El escritor sale de su cuarto de trabajo como aturdido. Le apetece un trago. Lo necesita. Es un hecho que casi todos los autores de ficción beben más whisky del que les conviene para su salud. Lo hacen para darse fe, esperanza y ánimo. Es un insensato el que se empeña en ser escritor. Su única compensación es la libertad absoluta. No tiene quien le mande, salvo su propio espíritu, y eso, estoy seguro, es lo que le tienta."

© Carolina Meneses Columbié

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