Los signos de puntuación

Enccre L. Marquet poster, by Eugène Samuel Grasset,1892

Qué es, por lo común, lo que sabe sobre ellos:
Son herramientas usadas en el lenguaje escrito para ordenar un texto.
Son el punto seguido y aparte, la coma, el punto y coma, los dos puntos, los signos de interrogación, de admiración y varios más.
También se sabe que si no se usan bien se podría ser víctima de equívocos, a veces con consecuencias irreparables, como le pasó a un amigo, que después de engañar a la novia con una tal Camila, intentó reconciliarse con ella escribiendo una "breve pero efectiva carta de amor", a pesar de no haberle interesado nunca el recurso escrito.
Cuando la novia hubo terminado de leer la carta lo enfrentó furiosa y le dijo que no quería volver a verlo jamás. Muy desconcertado, mi amigo me me mostró una copia de la carta pues no entendía qué podía haberla ofendido tanto.
La carta expresaba lo contrario a lo que pretendía. Se la leí alto y claro:

"Te quiero a ti y a Camila no Dejarte por ella sería imposible, irreparable lo nuestro, es un sentimiento especial lo que ella me ofrece, no se compara con lo que tenemos, lo siento vivo, por ti sufro".

Solo había que acomodar los signos:

"Te quiero a ti, y a Camila no. Dejarte por ella sería imposible, irreparable. Lo nuestro es un sentimiento especial. Lo que ella me ofrece no se compara con lo que tenemos. Lo siento por ella. Vivo por ti. Sufro".

Según mi amigo, eso era exactamente lo que sentía, aunque ni siquiera la carta corregida, que volvió a enviar, logró enternecer a su novia. Estoy segura de que a partir de ese momento mi  amigo cambió su actitud con respecto a los signos de puntuación y a la fidelidad.
Cuando escribir se convierte en algo habitual los signos de puntuación se usan con estilo, no hay dos escritores que puntúen igual, ni siquiera parecido. Dominarlos para despertar emociones es el arte de los grandes. A los que quieren hacerse entender y arreglar los entuertos amorosos y de cualquier otro género,  les basta con ponerlos donde corresponde.

© Carolina Meneses Columbié

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